viernes, 25 de junio de 2010

La Sinfónica tocó para los dioses

Zeus debió sentirse complacido al escuchar los primeros acordes de la Sinfonía No 5 de Ludwig van Beethoven. No llovió como en la tarde y tampoco fueron necesarias las pinzas que mantienen en su sitio las partituras cuando hay viento. La única tormenta que se desató fue la que provocó en los 5.000 espectadores la interpretación de la Orquesta Sinfónica de la Juventud Venezolana, con Dudamel a la cabeza; y el único chaparrón fue de aplausos.

Y es que ayer, en el Odeón de Herodes Atticus, ese recinto ubicado a poco metros del Partenon en la Acrópolis, el clima fue perfecto, tanto como la acústica de un recinto con más de 2.000 años. Del resto se encargó el talento de los muchachos y su carisma.

Este privilegiado escenario -por donde pasaron Pavarotti, María Callas o Herbert von Karajan- es la sede principal del Festival Atenas, que se realiza cada año desde 1955 y que por tres meses convoca a los mejores músicos del planeta.

"Me parece fabulosa, fantástica, 100 veces mejor que todas las orquestas que he escuchado en mi vida y 200 veces mejor que la Orquesta Nacional de Grecia, no me da pena reconocerlo", dijo el compositor griego Nicos Mamangakis, al finalizar la primera parte.

Siguió la Consagración de la primavera de Stravinsky. Una interpretación que, a juzgar por Mamangakis, habría estremecido al mismo Stravinsky. "Lo disfruté mucho, es la versión más clara y perfecta que he escuchado. Estoy maravillado".

Otro importante compositor griego, Mikis Theodorakis, expresó su admiración por lo que acababa de presenciar: "Esta es la verdadera revolución porque ha unido el gran arte con el pueblo". Y por el director: "Dudamel es digno de admirar y es uno de los mejores del mundo", al tiempo que felicitó al maestro José Antonio Abreu: "Es el héroe de Latinoamérica".

El violinista Leonidas Kávakos alabó el movimiento musical en Venezuela y anunció que está en conversaciones para hacer una visita.

Al terminar la pieza, Dudamel bajó del escenario a saludar a Abreu. En ese momento, las 32 filas de gradas al aire libre lo ovacionaron de pie. 10 minutos de aplausos hicieron volver a escena al director para interpretar los bises: las Danzas eslavas de Dvorak. El Mambo de Bernstein y el Malambo de Ginastera. Hasta los dioses deben haberse emocionado.

Fuente: Eluniversal.com

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